PERFILES

El "hombre dorado” de Armenia, alguién dispuesto a adaptarse a los desafíos y avatares de la vida.
UN SUEÑO DORADO EN “STAND BY”
Habitualmente todas las personas mueven aunque sea un musculo de su cuerpo para producir y, de esta manera, ganar dinero, con el fin de sobrevivir. Sin embargo, paradójicamente, “el hombre dorado” subsiste gracias a su empeño en quedarse completamente “estático” por largas horas.
Cara alargada, ojos pequeños, pestañas largas, nariz aguileña, finos labios, cuerpo delgado y alto componen el todo armónico de Jorge Alberto Agudelo Ortiz. Un hombre versátil y veleidoso, quien ha sido mesero, gerente de una editorial de libros, plomero, electricista. Es un buen lector, espiritual, amable, reflexivo, paciente, formal y puntual. Perseverante y, a la vez, inconstante.
Un hombre que ha vivido traiciones, amores y desamores, esperanzas y desesperanzas, triunfos y fracasos. En fin, su vida ha estado llena de giros inesperados, los cuales los ha confrontado con una dureza y “empuje”, dignos de admirar. Su verraquera y emprendimiento lo heredó de su madre, quien fue abandonada por su padre, cuando el hermano de Jorge y él tenían tan solo diez y siete años, respectivamente.
Este hombre manizalita nació el  27 de febrero 1959,  de signo Piscis. Refleja sus 52 años, bien luchados y vividos, por las pequeñas arrugas que ya se asoman en su cara. Desde que era un niño de brazos vivió en Pereira; razón por la cual se considera, también, pereirano. En su juventud, estudió Administración de Empresas en la Universidad Libre de Pereira. Sin culminarla, empezó desde los 20 años y, aún, continúa trabajando en diferentes ámbitos laborales. “Yo nunca me he varado, vivo del rebusque”, es una de las frases comunes de Jorge Alberto.
Inició su vida laboral trabajando en mantenimiento y negocios de discotecas de la misma familia. Luego, gracias a su audacia y perspicacia, logro ser gerente de la editorial de libros “IPEMA”, que, según él,  llego a ser una competencia para "NORMA". Sin embargo, actualmente esta editorial se desvaneció. Cuando estaba con su empresa en auge, a sus 24 años, renunció por razones amorosas. Cupido se encargó de que fuera tras su amada a Nueva York, amada que lo abandonó por un español años más tarde.
Él es otro de los tantos colombianos que pasó “mal tiempo” en tierras norteamericanas. Además, afirmo ser de dos nacionalidades. Estadounidense y colombiano. “Yo soy muy puntual, pues soy inglés. Viví allá 24 años”, manifestó.
“Desde que llegue allá, nunca me quede estancado, siempre conseguí trabajo”, aseveró, nuevamente. Allá, Jorge fue plomero, limpiador de carros, electricista, comerciante y un sin número de labores que hasta ni él mismo recuerda. Ya que “ha hecho de todo”.
Un día caluroso y, a la vez, temeroso, Jorge decidió ayudar a un amigo a transportar drogas ilegalmente. Error del cual tuvo que asumir casi que inmediatamente sus consecuencias. Pues, como dice el viejo refrán “todo no es color de rosa”, Jorge pasó sus últimos años  “New Yorkinos” en una  sombría cárcel. Consecuentemente, fue deportado cuatro años después a su viejo país. País que, para él, está lleno de desempleo, desesperanzas y desilusiones.
Cuando llegó a Colombia, a sus 48 años, se encontró con una gran sorpresa. Como su mamá ya había muerto años atrás, su hermano, que resultó “quebrado” con su empresa, había gastado toda la herencia que su progenitora les había concedido. Seguidamente, buscó alguna manera de sobrevivir.
Gracias a su talento con los libros y el material didáctico, trabajó como asesor pedagógico para manejar material lúdico de preescolar y primaria. Hacía rompecabezas, bloque lógicos, entre otros.  Luego, colaboró apoyando en campañas de alcaldes de Pereira, trabajó como concejal de Pereira. Esto lo hizo, prácticamente, porque los políticos le suministraban dinero durante su campaña, porque con palabras del mismo “con esto, lo único que se logra es ganar problemas”. Por lo que decidió abandonar este campo laboral.
Hace ya un año un amigo le regaló un vestuario para que trabajara como estatua humana y como él “se le mide a todo” no tuvo problema en realizar lo que actualmente hace. “No me disgusta mi trabajo actual, pues yo soy polifacético”, manifiesta. Este hombre, entonces, se dedica a hacer performance, sin saberlo. Pues, la performance es arte, arte de acción con el cuerpo en un tiempo y espacio reales. Cada acción representa “algo” y él representa sueños, fuerza, buena energía. Trabajo ocho meses en Pereira y resultó en Armenia porque piensa que es una ciudad más tranquila y relajada.
Ahora es el “hombre dorado” de Armenia, que brinda sonrisas y esperanzas a todos los niños que tienen el privilegio de conocerlo. Con su atuendo totalmente dorado y su cara, también, pintada de oro quiere expresar el “sueño dorado” al cual todos queremos llegar. “El sueño dorado es el anhelo máximo de todo ser en su vida”, afirma. Sin querer confesar cual es el suyo, diciendo que, aún, está en espera.
El “hombre dorado” no se siente orgulloso de ser colombiano, piensa que no hay nada de porque enorgullecerse, pues el estado no brinda protección ni ayuda. Por esto, el colombiano tiene que vivir del “rebusque”. “Aquí la gente la enloquece el dinero, el que no conoce de vacas la boñiga lo embiste”, por esto no hay una calidad de vida en su país natal, lo que lo diferencia con Estados Unidos.
Logró la técnica “estatua” por la práctica y perseverancia. Su jornada es larga y tediosa, su sueldo es diario y variable. Y los días en que todos descansan, es cuando él tiene más oportunidad de ganancias, pues todos rodean la linda “carrera 14”, sitio donde se para todos los días de la semana.
Unos hacen arte por amor, otros por pasión y algunos, como en el caso de Jorge, por la necesidad de sobrevivir. Las personas pasan, corren, caminan yendo a su trabajo o a su rutina diaria y han naturalizado tanto su cotidianidad que no se percatan de la existencia de este personaje. Cada lapso suena un timbre metálico, esta es su alcancía que hace ruido cuando alguna persona comprende que este hombre está trabajando “quieto”. Los pensamientos son el terror de Jorge, pues lo acompañan y atormentan durante toda su jornada.
Un “tipo” inteligente” que; por todo sus sufrimientos, esfuerzos, alegrías y experiencias; adoptó las cualidades que identifican a las personas de las dos nacionalidades. Puntual porque es inglés. Amable, formal, buen comerciante y buena gente porque es colombiano y, por supuesto, un buen paisa. “Todo está en el trato a la gente”, concluye.
Ninguno de sus colegas, trabajadores informales, sabe de donde proviene este hombre, sólo se limitan en decir que es “el man amable que se viste y pinta de dorado”. Un personaje que no dejo de moverse buscando un empleo y, finalmente, lo encontró quedándose quieto.