SAN CIPRIANO, PARAISO CON BRUJAS
Es allá; un 2 de Abril de 2011, en ese pueblo recóndito, escondido en las orillas de Colombia; donde esas esbeltas siluetas oscuras concursaban para llevarse el trono. Entre risas y jolgorio, en un salón comunitario rudimentario, desfilaban las bellas mujeres, que gracias a las brujas estas amas del paraíso siempre tienen a sus esposos de vuelta después de su jornada de trabajo.
La hermosura de estas damas, sus formas tan perfectas, es reflejada a través de su río. Un río donde el agua tan clara y pura fulgura los corpulentos, fuertes y bellos cuerpos negros de la región. Cuerpos que viven en uno de los más hermosos paraísos de Colombia, donde la tranquilidad, el folclor y la alegría los caracterizan.
Es un río grande y extenso que acompaña día y noche a los 554 habitantes afro descendientes del lindo pueblo, del cual su edad es desconocida pues ni siquiera sus mismos habitantes saben cuando nació.
Así es como una entrada lineal, decorada de profundas manchas verdes se acerca a este río por medio de una bruja, aterrizando en medio de casas sencillas y humildes que están situadas a lo largo de la carrilera del tren.
El desfile de estas bellas mujeres negras transcurre en medio de alegría, “guachafa” y rumba. El reinado se había organizado sin motivo alguno, simplemente por divertirse, pues el buen ánimo y el buen ambiente caracterizan a estos seres. Son 16 chicas las que lidian por ganarse la corona, el premio. Las concursantes ondean sus cuerpos exageradamente, mostrando esa sonrisa blanca y resplandeciente que identifica a los afrodescendientes. Bombas y serpentinas coloridas eran la decoración del lugar. Mientras los nativos disfrutan de esa noche derrochada de belleza, afuera del sitio, en la intemperie, se ha escondido el sol en el pueblo, todo está oscuro y se oyen a los grillos chirriando, pero parece que en este lugar la palabra inseguridad es desconocida. Al parecer las brujas cuidan del lugar, asegurándose de que sus habitantes se encuentren siempre bien en todo sentido.
Además de las lanchas que sirven para trasladarse entre los charcos que posee el río, las
brujas, en este paraíso, son un medio de transporte particular y recursivo. Todos, sin excepción, turistas y nativos, deben hacer uso de él para llegar al lugar. Estas son “Las brujitas” o “carro moto” que se adaptaron en la vía férrea aprovechándose de la muerte del tren. Así es como un planchón de madera, unas balineras bien ajustadas y una moto que impulsa el planchón, conducida por negros trabajadores, permite que la gente conozca la belleza de las mujeres y los hombres San Ciprianences y el exuberante paisaje que rodea el río que poseen los nativos.
Behelia Caravali, la más anciana del pueblo, se encontraba en el desfile. Me dijo orgullosa que una de las modelos era su bisnieta. Sus profundas líneas en la cara reflejan el ahínco con el que ha trabajado para sacar adelante a su pueblo. En medio de la conversación Behelia me comenta que antiguamente a sus hijos les tocaba mucho más duro, pues aún no había llegado ese paisa ingenioso y audaz que hace 13 años dejó la idea de que la fuerza de los brazos para arrastrar el carrito de madera con palancas o remos la reemplazara una moto, de ahí viene el origen del nombre de este medio de transporte, pues a los nativos les tocaba como a las brujas.
Realmente hay un paisaje esplendido e indescriptible en el lugar. Todo es verde, tapizado con piedras de colores, arboles grandes y frondosos. En medio de éstos está el río, claro y extenso, acompañado de su sonido a veces melancólico, a veces alegre, cómplice de cada uno de los actos de sus hijos negros.
Todo este panorama tiene nombre, se llama San Cipriano. Es una hermosa e inmensa Reserva Natural, donde, según sus habitantes, se encuentra el segundo río más claro del mundo. Una vereda del corregimiento de Córdoba, ubicada al este del Distrito de Buenaventura, departamento del Valle del Cauca. Un pueblo que empezó con tan solo siete casas, siete casas que invadieron este paraíso terrenal. Vergel que es conocido internacionalmente y desconocido nacionalmente.
Desde 1980 el pueblo es una zona de Reserva Natural, que alberga 11 charcos; entre los que se encuentran peña azul, la trompa del diablo y, paradójicamente, el llamado charco oscuro; un sendero ecológico; dos cascadas, la venteadora y la del amor, y un mariposario. Además, gracias a la lucha de Behelia y sus coterraneos, los San Ciprianences crearon la “Fundación San Cipriano”, con el fin de mantener su gran fauna y flora, donde los guardabosques se dedican a proteger las 8564 hectáreas que tiene la Reserva y así, evitar que permee la gente que tala y contamina su hábitat, su hogar.
La alta vocación agrícola, su apego a la tierra, la cría de animales y la valoración a la reunión familiar, son unas de las particulares características de la comunidad, heredadas de los antiguos palenqueros. Esta es la cultura San Ciprianence, esta es la cultura de los afrodescedendientes.
Al ritmo del tambor, la marimba, el guazá y el cununo las esbeltas negras desfilan alrededor del
pasillo. Los asistentes al concurso se deleitan escuchando a “Los Hijos del Folclor”, un grupo musical autóctono, que desde hace un tiempo le da vida a la reserva, llenándola de sabor y alegría. Parece que este grupo lleva en el corazón magia y pasión, me deleito mucho escuchar la interpretación de estos instrumentos. Y ahí, habían dos manchas blancas que se diferenciaban de todos los demás elementos del salón. Éramos mi mamá y yo que habíamos ido a visitar al río y, casualmente, para esa misma noche que llegamos se había organizado esa festividad, a la cual nos había invitado Francisco, muy amablemente, cuando nos vio llegar. Este hombre era uno de los guardabosques de la región, que me coqueteo durante los tres días de estadía en el paraíso. Viejos, jóvenes y adultos estaban en el lugar, con sólo verlos se reflejaba la familiaridad y la unión del pueblo.
Pues, los pequeños y grandes San Ciprianences, comparten, ríen, conversan, juegan, cantan y disfrutan de una tranquilidad en medio de su limitaciones económicas, ya que más que una comunidad es una gran familia, nadie está realmente solo. Un lugar donde sus habitantes viven, además del turismo, de la agricultura, la pesca y minería. En ellos es usual tertuliar en medio de la bulla del río, transmitiendo, de esta manera, el conocimiento, la narración oral de los ancianos es una herramienta usada por ellos, los afros. Ellos, además, conservan el respeto a las fiestas patronales y a los ritos mortuorios.
Después de dos horas de furor entre las personas, llega el final, la premiación. Pero hubo algo diferente de los demás reinados, creo que éste es uno de los pocos en donde no hay sólo una ganadora. Para el jurado, que eran los mismos San Ciprianences, todas ganaron, todas se llevaron el trono. Este hecho realmente es algo que identifica a los nativos, puesto que no existe esa rivalidad maliciosa que, muchas veces, es perjudicial para quienes la tienen. Ellos se distinguen por su trabajo en equipo, colaboración y unión. A pesar de que no viven entre grandes riquezas, ninguno aguanta hambre ni está abandonado a la deriva entre las ruinas. Todos tienen su casa de madera y todos comen su arroz y “pescadito” diario.
El reinado finalizo en medio de algunos “traguitos”, el flirteo y una que otra bailadita. Alrededor de la una de la mañana el sitio ya estaba vacío, los San Ciprianences tenían que descansar porque al otro día debían trabajar con las brujas, la pesca y en sus hoteles, si los tenían. Nos despedimos de Francisco, hombre negro de baja estatura, ojos grandes, cara redonda y cuerpo fornido. Le agradecimos por su inolvidable invitación y prometió no abandonarnos mientras estuviéramos en el pueblo.
Son negros los habitantes y es claro el río, claridad que pareciera deberse al toque de aquel San
Cipriano que algún día visito al pueblo, pero que realmente se debe a que en su cabecera no habita nadie. No es sólo su río, es también su santo, del que celebran su día y su fiesta todos los 16 de septiembre del año. Es en este paraíso con brujas donde viven los negros más amables y bellos de Colombia, que están premiados desde que nacieron por el río y el paisaje con el que conviven.
Y es este río el que abastece de agua a Buenaventura, purificando, además, la entrada a este Edén, que supone una desconexión total del mundo exterior. Donde el agua del río es la riqueza más bella que tienen sus hijos negros. Gracias al río, su padre, ellos viven, ríen, comparten, EXISTEN.